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No más Villista que Villa

A partir de lo que se desconoce y supone de él, con información tergiversada desde el lado oficial, se ha formado a lo largo de las décadas un falso juicio sobre lo que representó para este país. Aquí, donde las castas y clases obligan a la historia a tener en sus filas a los héroes oficiales, resulta difícil otorgar un lugar justo a este personaje salido de las catacumbas de los estratos sociales de su época: bandido, vaquero, general, gobernador, líder, ideólogo sin credenciales avaladas por institución oficial, empresario singular, nómada consumado. Es difícil encasillarlo y etiquetarlo con fórmulas tradicionales pues hacerlo implica ampliar las tolerancias de aceptación de nuestras referencias morales. Y sin embargo nuestra historia está obligada a hacerlo. Después de consumar la lectura de esa apabullante ráfaga de la artillería documental de Taibo II, me ha quedado una suerte de impotencia ante mi incapacidad para descifrar a este personaje con equidad, sin caer ante la trampa facilona del fanatismo ciego o la repulsión conservadora.=mas= Ante la etiqueta clásica sobre su origen bandolero al estilo robin-hood, sólo puedo decir que lo que le diferencia de otros líderes combatientes contemporáneos, es que él se formó solo en la precariedad del nomadismo bandoleril, situación que le permitió conocer, como quizás nadie más conoció en esa época, la zonas desérticas y llanuras de los estados de Sonora, Chihuahua y Coahuila así como casi todos sus recovecos; no justifico esta etapa de su vida, pero es válido y hasta cierto punto sano otorgar justa dimensión a su situación: consideraba injusta la forma como los latifundistas y dueños de haciendas y ranchos explotaban a la base trabajadora y sus fechorías estaban encausadas en esta eterna lucha contra el gandallismo e impunidad social: acomoda hasta románticamente si se lo quiere ver desde otra perspectiva. Insisto en no justificarle. La consecución de su vida, la forma como murió y las condiciones precarias en que murieron sus descendientes deja ver que el enriquecimiento ilícito no era su prioridad y obliga a redimensionar la severidad con se ha juzgado su faceta de bandolero. “… si alguien roba comida y después da la vida ¿qué hacer? ¿hasta dónde debemos practicar las verdades?...” Me queda clara la forma como él emerge de este submundo así como la forma en que se formaliza y se sofistica su actuar, y lo coloco en contraste con todos esos generales revolucionarios provenientes de academias militares, muchos de ellos hijos de una casta de militares de batallas históricas previas, que en principio tienen el escenario de su vida bien resuelto y definido para posteriormente caer en un bandolerismo de cuello blanco, confabulándose y traicionando en las altas esferas de la política para enriquecerse ilícita e impunemente con cantidades estratosféricas que en nada se comparan con las miserias que un bandolero en ciernes puede conseguir robando vacas. Lo admirable de Villa es esta forma como su vida evoluciona de esa precaria vida nómada como bandolero robavacas, para pasar a unirse a las fuerzas formales maderistas llamadas a la revolución, y a partir de entonces erigirse como un líder nato y leal, como un estratega empírico de un escenario revolucionario que por ningún lado ofrecía batallas donde pudieran ejercerse ortodoxamente estrategias militares sobre-estudiadas y mejor dicho estaba plagada de una forma especial de combatir más parecido a la guerrilla. Villa perfecciona admirablemente esta manera de dirigir batallas dada su anterior forma de ganarse la vida. Me asombra

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