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Celos, como la gripe

Tengo un problema que arrastro desde que por primera vez creé un vínculo afectivo recíproco y manifestado con una mujer: Los celos.   Y no importa cuan inteligentes, listas, tontas, lentas hayan sido, el fin único y repetible de los celos es el  mismo, sólo que cada cual, de acuerdo a su manera particular, lo manifiesta de forma distinta. Pero el cuadro psicológico de la enfermedad es la misma: miedo, inseguridad, pretensión, soberbia, predisposición. Y se tienen ejemplos muchos de estas manifestaciones, pero al igual que en cuestiones de la fe, se los toma por cosa normal entre nosotros. Los celos son como la gripe: se sabe que no tiene cura, y se asume colectivamente la prescripción de paliativos, placebos, enmascaradores de sus síntomas.   Aparente síntoma de enfermedad social, pero es evidente que debe existir una explicación biológica  a los celos. Mi teoría es la siguiente: En el principio no era verbo, definitivamente, no sabemos si dios creo al hombre, pero algo es seguro: en un principio el hombre sólo era macho y la mujer hembra. Debían seguir los preceptos naturales de preservación de la especie. En aquel entonces, con un macho fornicador con una esperanza de vida corta en comparación con la actual, los celos eran garantía de la incipiente y segura descendencia del Hombre. Machos en edad adulta y en edad muy reproductiva debían seguir la tendencia monogámica de la especie con la herramienta fuerte del celo. Aún cuando se tengan ejemplos claros del celo macho, éste es, por antonomasia, un perfeccionamiento femenino. Ahora bien, ¿qué pasa miles de años después, cuando la civilización avanza, y la esperanza de

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