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Arturo el "Negro" Durazo

  Para quienes alguna vez han radicado en la ciudad de México, es sabido que se disparo la delincuencia de manera considerable en la capital del país a finales de los setentas y principios de los ochentas, lo cual fue incentivado por los mismos jefes policíacos, según las criticas vertidas tiempo después.   =mas=    Uno de los emprendedores de estas prácticas de corrupción  fue el extinto Arturo “El Negro” Durazo, quien fungió como titular de la Dirección General de Policía y Tránsito del Distrito Federal durante la gestión presidencial de José López Portillo de 1976 a 1982                                De origen humilde y nacido en 1924 en Cumpas, Sonora, emigro muy joven al Distrito Federal. La mayor parte de su niñez y adolescencia la pasó en la colonia Roma donde se hizo amigo de José López Portillo.     Cuando el ex mandatario realizaba su campaña en busca de la presidencia, el “Negro” Durazo fue uno de sus más cercanos colaboradores en el equipo de seguridad, lo que le valió, que después fuera premiado como jefe policiaco de la ciudad de México.     Su ineptitud en el cargo y su actuación de corrupto no le importaron a López Portillo  quien a pesar de cualquier cuestionamiento lo mantuvo en el puesto bajo el argumento de que Durazo “podía dar su vida por el”.     Extorsión y mordida     La característica principal con que dirigió el cuerpo policíaco fue a través de la “mordida” y el “entre” que les exigía a sus subalternos, lo que se fue creando como una cadena, ya que hasta los puestos de menor rango se habituaron a corromper y extorsionar a ciudadanos comunes.     En aquel tiempo fueron muchos los casos en donde agentes y supuestos policías se dedicaban a robar a la comunidad. En muchos casos se acercaban a ciudadanos que caminaban sobre la banqueta y los subían a un vehículo con cualquier pretexto.     El abuso era descomunal, arriba los golpeaban, les quitaban sus pertenencias y luego los abandonaban en lugares solitarios, no sin antes amenazarlos con volver a verlos si estos interponían alguna denuncia.   De cualquier manera esto no surgía efecto, ya que en la Policía Judicial estaba Jesús Miyazawa Álvarez, amigo del “Negro” Durazo, quien se encargaba de pararle cualquier bronca.     Al arranque de sus funciones, creó la Dirección  de Investigaciones para la Prevención de la delincuencia (DIPD), en la cual había reclutado a agentes corruptos y despiadados. En ella colocó al frente  a Fernando Sahagun Vaca, otro delincuente al servicio del hampa y del sistema político mexicano.     La tortura, el sello       En ese entonces cada uno de los agentes era acompañado por su “madrina”, lo cual se institucionalizó en el ambiente policiaco de finales de los setentas y principios de los ochentas. Esos elementos eran los primeros en subir, golpear y amedrentar a personas a las que asaltaban.     Era común que alguien platicara haber sido llevado a algún lugar de la ciudad a bordo de un vehículo tripulado por supuestos agentes que lo habían asaltado. Esto fue aprovechado en ese entonces por otros delincuentes (los que no tenían charola) y que actuaban de la misma manera, ya que se hacían pasar por agentes investigadores.     Bajo el pretexto de que la persona era investigada o sospechosa de haber cometido un delito, los agentes lo golpeaban y torturaban de manera despiadada, no les importaba de quien se tratara.     Esto dio origen para que, lejos de disminuir, se incrementaran los actos delictivos den la ciudad de México. Por lo anterior, se considera que eso fue un parte aguas que hasta la fecha no ha podido ser controlado.     El “Negro” Durazo le exigía a sus subalternos  hasta centenarios cuando se trataba de mandos medios o altos, debido a que esa era la manera de que se sostuvieran en el cargo o darles uno mas alto.     Masacre en el Río Tula       Uno de los casos mas sonados y cuyas investigaciones apuntaron hacia la persona de Arturo Durazo Moreno, fue el hallazgo de doce cadáveres que flotaban en las aguas del Río Tula en el estado de Hidalgo, lo cual ocurrió el 14 de enero de 1981.     Eran los cuerpos de doce asaltabancos colombianos que habían comenzado a operar en territorio mexicano y que fueron descubiertos por agentes mexicanos, quienes se sintieron “ofendidos” con la presencia de los extranjeros.     No se conformaron con detenerlos y consignarlos, sino que tomaron la decisión de torturarlos y luego matarlos.     Claro, eso se supo luego de que el “Negro” Durazo dejara el cargo en 1982. En todo esto se le acuso de haber actuado en contubernio con  Fernando Sahagun Vaca, ex director de la DIPD.     De los doce cuerpos encontrados solamente fueron identificados ocho de ellos dos años después.     Anteriormente, el 6 de octubre de 1978, aconteció en México un suceso que conmovió a la comunidad, ya que había sido asesinado el matrimonio compuesto por el ex político nayarita Gilberto Flores Muñoz y su esposa la escritora Asunción Izquierdo.     Los cuerpos fueron despedazados a machetazos en su residencia de las Lomas de Chapultepec.     En esa ocasión no se acusó a Arturo Durazo o a alguno de sus secuaces de participar directamente, sino más bien, las criticas fueron en el sentido de que se tuvo que crear un culpable debido a la incapacidad que demostraron para descifrar los hechos.     Gilberto Flores Álvarez, nieto y ex trabajador de la pareja fue acusado y encarcelado. Su persona fue exhibida ante la opinión pública y después se dio a conocer que fue un chivo expiatorio para silenciar la presión de la sociedad.         Mansiones y el Partenón       La prensa y la opinión pública lograron enterarse que el Negro construía dos mansiones en las faldas del Ajusco, al Sur de la Ciudad de México.   Una de estas mansiones, la principal, se ubica en la carretera libre a Cuernavaca, aproximadamente en el kilómetro 24.5. Contaba con hipódromo, galgódromo, caballerizas, helipuerto, lagos, una discoteca copia fiel del famoso Studio 54 de Nueva York, etc. La otra mansión era un chalet suizo. La única vía de acceso a este chalet era por helicóptero (la señora Garza, esposa del Negro no quería una carretera cerca porque muy pronto la zona se llenaría de gente, como sucedió con la otra casa).       Durazo completó el cuadro construyendo un albergue playero, el célebre Partenón, en la playa La Madera de Zihuatanejo. Apoderándose ilegalmente de terrenos ejidales, Durazo

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