Estoy enferma por el Cervantino... ni hablar, ¿qué se puede decir de una morra como yo que no ha visto muchas cosas? A veces con poco pinole me da tos, o me da carraspera de por vida. Nunca escribí sobre la primera vez en aquel 2005, porque me quedaría muy barato el relato. ¿Para qué decir peda, hombres, mujeres, gente bonita, medios fajes, caminatas, carretera, subterráneos, arte, calles, universitarios, destrampe, porras, hotdogs de 3 por 10 varos, ayunas, crudas, tangas bajo los jeans ajustados de chavas bien dadas? Para qué si no es eso y es eso todo al mismo tiempo en una batidora del General, de muévelo-muévelo-qué-sabroso. Éramos Betsa, Diana y yo trepadas en un camión que salió de las Torres, bajando en San Juan del Río al baño y yo ignorando que mi panza me pedía a gritos comida, no traía casi nada encima; despertando a cada rato para ver si ya llegábamos a Guanajuato, caminando desde las vías a las cinco de la mañana para encontrar una posada, nadando en ese mar de gente, probando lugares, saliendo de uno y entrando a otro. Diana que se escapó de la Pirinola porque ofendía su sentido de moralidad y de espacio vital, Betsa que ahí mismo se ligó a dos chavas de Chihuahua y yo a la gorilona de la entrada que me torteó a la salida, en un brusco intento de seducción; el Charco de las Ranas que se cimbraba con cada Goya, Goya Cachún cachún ra ra,

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