Capítulo 2   La cita     Cinco menos diez. Un tropezón y mi rodilla pago caro el mal acomodo de una mudanza. Nunca debí traer conmigo los dos enormes libreros de cedro.     Apenas una manzana en el estómago y medio vaso de algo que debió haber sido jugo. No me gusta desayunar sola. Así que no lo hago.       De camino a verme con mi editor, revisaba mi vieja libretita dorada. Regalo de mi tía abuela en su último viaje a PARIS.=mas=       De pronto, al bajar del taxi, de la nada, salió una muchedumbre. Intenté recuperar el control sin conseguirlo. Solo pude hacerme hasta la pared y dejar que el contingente hiciera lo suyo.       A mis ojos se clavó el azul más bello. Rubio, nariz afilada, mandíbula fuerte, y la boca, dios, que boca. Para ser mujer soy muy alta, pero él podía fácilmente medir casi dos metros.       No me derrumbé en sus brazos. No de inmediato. Se hubiera visto mal. Pero sonreí estúpidamente.     _Me llamo René, y… te estaba esperando.   Como de película. Sí. Pero NO. Mi jefe le advirtió que llegaría en cualquier momento y no me gustaba entrar sola a los hoteles.     Mi abuela siempre me dijo que hasta en las putas hay categorías. Que si no hay más remedio, al menos se puede aparentar ser de las caras.     Lo seguí por el vestíbulo, y sé que lo seguiría por el mismísimo infierno…

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