Si tan solo pudieran entender… y si fuera yo capaz de explicarlo… no puedo, no sé como hacerlo… lo siento mucho pero el corazón de poeta que late en mi pecho y la sangre divina que corre por mis venas, no pueden hacerlo… lo intenté no una, sino mil veces… lloré no una, sino un millón de oportunidades… me engañaron no solo una vez, sino todas las veces… me traicionaron siempre no tengo palabras… Tampoco fuerzas ni aliento… pero quiero intentarlo una vez más… aunque sea por última vez… porque mis agallas sobran… mi fuerza es eterna… y mi corazón, pudiente, fue una mañana, cálida, inmensa y especial, especial por galopar en la mirada de un ser encantador, especial por conocer la luz de su mirada, y la sensibilidad de su piel, tenía un no sé qué, que se llamaba “miedo”, miedo al mirar estos ojos míos que lo atormentaban y esta voz que en su oídos, susurró más de una vez. Miedo sentía, al ver alguien mayor que yo, pero, ¿lo sentía él?, y fue cual razón que a mí se me desapareció, hubo tanto, mucho, demasiado, todo acabó en un segundo, en menos de un minuto y en un día, solo era historia del ayer… le rogué al viento, “no te lo lleves” le pedí al cielo “no me lo quietes” me arrodille a Dios por una segunda oportunidad “no me escuchó” frágil mente que acarició sus recuerdos… Corazón roto que se cobijó en su memoria… ¡fallaste tu me fallaste! prometiste no dejarme, pero no luchaste… Te fuiste dejándome sola aquí, ahogándome con tu memoria… y privándome con el juramento que me obligaste a aceptar… y que por amor de niña, te juré fidelidad

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