Era la ciudad de Radom, el buen Stanisław Jaruzelski de 53 años, obrero, ateo y padre de 3 hijos, regresaba como todas las tardes de tu trabajo a casa, con una bolsa de pan bajo el brazo y en una mano otra bolsa con víveres diversos. De pronto las sirenas los sorprendieron, era el aviso de un bombardeo inminente, la gente empezó a correr aterrorizada y las casa y negocios cerraron puertas y ventanas. Stanislaw intento correr, pero entre el atropello de la gente sus panes cayeron; intenso seguir pero recordó que ese seria el alimento de su familia y hábilmente logro levantar las piezas y correr entre la estampida. De repente entre el caos diviso un sitio seguro para resguardarse del bombardeo y cuando estaba a punto de llegar con su andar apurado, sus pies quedaron clavados en el piso y una luz blanca lo cegó. El tiempo se detuvo. Poco a poco la luz fue cediendo y pudo ver. Era muy raro, todos y todo estaban detenidos, como si fuera una fotografía en 3 dimensiones y eso lo incluía a el, excepto sus ojos, sus pensamientos y su respiración agitada. Su lado un perro había quedado detenido en su loca carrera, a su derecha a 10 metros de distancia una mujer llevaba corriendo de la mano a su

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