Miranda

El lugar que es Tess. 2

Y levamos anclas para continuar sin la certeza del lugar en donde desembarcaríamos. La consigna: solo encontrar playa, cervezas, hamacas para tres, Ricardo dio el clic que inundó de música el carro. Voces metálicas y con texturas rasposas, nos mojaron intermitentes, nos pusieron a tono con las sombras de la vegetación rodeadas por el resplandor plateado de la luna  y las estrellas. A Tess el ritmo le salía fácil. Era inquieta y podía vestirse de cualquier melodía. A mi no me importaba mientras bailara ante mis ojos voyeruistas que la seguían desde el retrovisor en su conteo cadencioso  y enigmático. Hiciera lo que hiciera, era mi Tess al fin de cuentas.  Si se alzaba la blusa ante los desorbitados ojos de un par de borrachos, en la cantina de algún pueblo, si se robaba un six del 7 eleven,  quitadísima de la pena como era su costumbre; si se ponía hasta la madre, =mas= no pudieron dar ni un paso, ni defensa propia. Todo tenia arreglo. Casi todo, ¿no? Quizás si encontramos algún pueblo, ya no recuerdo bien; tal vez lo único que alcanzamos a hacer fue llegar a algún claro, para pernoctar ahí. Si, fue eso. Veo a Tess clarito; la veo moverse desenfadada, abriendo una lata de atún, empinando su chela y riéndose de los irónicos chistes de Ricardo. “acuérdense del

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Me siento enfermita.
Escuchando: zoe- soñe

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