Hoy les comparto un cuento que venía rumiando desde hace un rato. Espero como siempre, las doctas opiniones de Pollos y Pollitas, todo en pos de mejorar como narrador. Así que sin más por el momento, les dejo este producto de mi cacumen, a ver qué les parece. Adieu! =mas= El sol anuncia la llegada de un nuevo día, una nueva pesadilla. Roberto abre los párpados lentamente, Sin convicción. Sin fuerzas. Sin Paula. El inicio del día es lo más difícil. Girar en el espacio que debería ocupar, con unas sábanas que queman con el ardor de la ausencia. Abrir los ojos a un mundo vacío y sin más perspectiva que la monotonía, la ausencia. Ya debería estar acostumbrado, pero desde hace diez años justos, después del accidente que los separase, Roberto no  puede abrir los ojos sin apretar la mandíbula con una furia impotente. “Paula”, es la primera palabra que susurra cada día, la última que aprieta en sus labios, antes de volver a descansar. Pero ella no escucha, no puede ya. Fuera de la cama, la habitación es un desierto hostil e interminable. Con Paula, aquel humilde cuarto era jungla inexplorada cada amanecer, pradera de sueños por explorar, cielo abierto a una vida juntos. Bastaba con tomar su mano para hacerle frente al mundo. Hoy, la ausencia es tan pesada, que no existe fuerza suficiente para obligarlo a andar. Como cada día hace diez años, se sienta en la sala a permanecer despierto. Simplemente se sienta en el sillón, mirando la pared tapizada de recuerdos. No llora. Solo

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