raulexilu

Lince vs. La Banda de Robachicos. CONCLUSIÓN.

Ahora sí, después de un tiempo, les dejo la conclusión de este cuento de Lucha Libre, mismo que no pude subir completo por falta de espacio. Espero sus comentarios y críticas al respecto, y sin más preámbulo, pásenle a lo barrido, y a enterarse del final del chisme...=mas= Cuando el sujeto perdió el conocimiento, Lince lo arrumbó en algún rincón del cuarto, preparándose para dejar su escondite, y enfrentar lo que le esperase afuera. Aguardó un momento, en la oscuridad de aquel cuarto: necesitaba algo. Era cierto que ya había inutilizado a su primer adversario, pero también lo era que aquello había sido una reacción producto del miedo. Las piernas le temblaban aún, sólo de pensar en lo que le esperaba una vez que traspasara el umbral. Se estremeció al pensar en aquello, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Estaba a punto de caer en un ataque de pánico. Sin embargo, su mano rozó sin querer algo que llevaba en el bolsillo de su chaqueta. Al sentir la tersa tela entre sus dedos, recordó que había cargado con su máscara antes de dirigirse a aquel lugar. Extrañamente, saber que la había llevado consigo comenzó a tranquilizarlo. Se dio tiempo para sentirla entre sus dedos, antes de sacarla. Extrajo lentamente la prenda de su bolsillo. Con los ojos aún cerrados, la palpó en la oscuridad. Los dedos dibujaron en su mente aquella careta: cada borde, cada detalle, se imprimía en su cerebro, conforme las manos exploraban la textura de la máscara. Desde luego conocía de sobra la prenda: cada quince días la portaba para enfrentar a sus rivales de turno en la arena, pero ahora era diferente: por primera vez sentía que de verdad estaba conociendo su careta. No… era más que eso: Ahora era uno mismo con la máscara. Abrió los ojos y vio frente a su rostro la efigie del felino estilizada; pero también se vio a sí mismo. Su alma, a la par que su cuerpo, se hizo una con la prenda, cuando al fin la posó sobre su rostro. Nunca se había sentido tan cómodo con ella, y a la vez, tan completo. Sentía la tensión de sus músculos a punto de explotar con violencia, la sangre corriendo por todas y cada una de sus venas, una energía intoxicante invadiéndolo por completo. Ahora era un felino de verdad, con el cuerpo y la inteligencia de un hombre. Salió del cuartito con nuevos bríos, seguro de sí mismo, pero sin precipitarse. Escuchó a uno de los sujetos que habitaban aquella casa acercarse, sin duda extrañado por la demora de su colega. Lince lo esperó con paciencia tras un muro. Al sentir que el sujeto estaba lo suficientemente cerca, Lince atacó sin asomo de duda. Una vez más, sus habilidades le ayudaban a incapacitar a uno de aquellos sujetos que vigilaban el lugar. Caminó seguro, pero cauteloso a través de un largo y estrecho pasillo. Aquella casa era en realidad grande, de manera que no estaba del todo seguro de dónde debía buscar. Cuidadosamente aplicaba el oído a cuanta puerta se atravesaba en su camino, en busca de cualquier indicio de vida, alguien a quien interrogar, ó mejor aún, la habitación donde tenían a Javier. Finalmente una señal: en una de las puertas, alcanzó a escuchar risas, una voz femenina, y lo que parecía un sollozo ahogado. Lince giró la perilla de la puerta, asegurándose de que no estuviera cerrada por dentro. Tras confirmar que la puerta no estaba trabada ni cerrada, decidió entrar con el mayor sigilo posible. -¡Hey…! Una voz detrás suyo retumbó. Al diablo con el sigilo, aquel sujeto había echado a perder el plan. Y ahora, seguramente tendría a todos los guardias tras de sí. No contaba con mucho tiempo, de manera que hizo lo que su intuición y la premura del momento le indicaron: se aventó con todo dentro de la habitación, sin importarle quien ó quienes estuvieran en el interior. La escena que siguió era estremecedora: al fondo de la habitación, resguardándose de la abrupta entrada del luchador, una joven mujer gritaba. En medio del cuarto se encontraba Javier, atado y amordazado, con marcas de maltrato en ambos brazos. Frente a él, el sujeto que ya antes había tratado de eliminar a Lince empuñaba un enorme y afilado machete: se notaba que el luchador había entrado apenas un momento antes de que el sujeto atravesase la garganta del niño. Todos se quedaron en sus lugares, como congelados en el tiempo. El sujeto que había entrado junto con Lince rodaba hecho un ovillo, ya inconsciente a causa del fuerte golpe recibido al caer dentro del lugar. Sin pensarlo, Lince se abalanzó sobre el tipo del machete, quien sorprendido, no atinó a reaccionar ante el embate del gladiador. Trenzados en mortal abrazo, rodaron por el suelo, procurando hacerse el mayor daño posible. Al chocar contra una de las paredes, Lince se lastimó un par de costillas. Su adversario se incorporó rápidamente, pero antes de alcanzar el arma perdida en la refriega, Lince lo derribó tomándolo de los tobillos. El sujeto se golpeó la mandíbula con el suelo al caer, y aunque estaba desorientado, alcanzó a patear al luchador en el rostro, golpe que por fortuna, no dio de lleno su objetivo. Sin embargo, el tipo consiguió suficiente espacio para hacerse una vez más del machete, y retomar la ventaja de aquella escaramuza. Lince se incorporó al mismo tiempo que su rival, y a pesar de saberse en desventaja, no se amedrentó. El sicario dio un par de tajos que sólo pudieron cortar al aire, gracias a la destreza del enmascarado. Lince se limitaba a esquivar

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