ixca

La culpa es de Sicilia

Javier Sicilia, comentó hace poco Ciro Gómez Leyva, no tiene por qué recibir trato diferente del gobierno y la autoridad en su dolor ante la muerte de su hijo, en medio de esta guerra estúpida y el estado de impunidad que impera en tantos lados. La muerte de su hijo debiera ser atendida, según él, tal como se ha atendido la muerte de muchos padres cuyos nombres no cuentan con la fortuna del reconocimiento público, esto con el fin de aplicar igual (in)justicia a todos.=mas= ¿En qué momento de nuestro periodismo llegamos a tener esta clase de opinadores con acceso a medios públicos? ¿Qué maldita enfermedad de poder nos ha legado esta mierda de aspirantes a líderes de opinión?  En su afán ciego y torpe de defensor del gobierno pretende sumir en la misma injusticia la muerte de un ciudadano más. La lógica nos lleva a pedir que todos los asesinatos recibieran la atención que suscitó el asesinato del hijo de Sicilia. Es una lógica más saludable y justa. Y, sin embargo, como los hechos han demostrado, Javier Sicilia no es un hombre más. En la lógica de esta sociedad meritocrática, Sicilia es reconocido por su trabajo intelectual; ergo, su opinión y actos reciben diferente trato por parte de sus conciudadanos, contemporáneos y coterráneos. Esta envergadura de su calidad moral le permite, como a muchos otras personas con características semejantes, asumir responsabilidades históricas para con su sociedad. En ello estriba la gran diferencia entre un intelectual a secas y aquel que habrá de  aportar algo más a su tiempo. El albedrío de Sicilia lo ha llevado mucho más lejos: su calidad de intelectual, su condición de padre dolido y su circunstancia de víctima de una injusticia le han llevado a asumir un movimiento de exigencia al Estado, ha logrado aglutinar a diferentes corrientes y movimientos a lo largo del país. Esto no se compara con las marchas parcas convocadas amañadamente por alguna televisora. Podemos estar orgullosos de que surjan de esta sociedad personajes cuyas características inciten al clamor de justicia, al movimiento social como sucede en este caso. El resto de la historia dependerá, ya no sólo de él, sino de la capacidad de esta sociedad para madurar estos detonantes, para demostrar si su carácter da para exigir más o volver a la mediocridad del conformismo. Para no ir muy lejos, en 1994 se dio el movimiento zapatista liderado por el subcomandante Marcos. La sociedad sabe, y supo en ese momento, la injusticia que clamaba el movimiento; supo y sabe la oportunidad histórica que se presentó; supo y sabe el oprobio en que siguen viviendo todas esas zonas y comunidades para las cuales reclamaba ese movimiento una justicia histórica. El gobierno jugó de forma maquiavélica sus dados, haciendo un uso negligente de los medios de comunicación y logró, con base en prácticas autoritarias, cansar y minimizar al movimiento que se quedó sólo una vez que la sociedad permaneció en casa conforme con la versión oficial que hablaba de un grupo insurgente y criminal que rondaba las montañas del sureste mexicano, comandados por un personaje al que caricaturizó. El detonante surgió, y llegó hasta donde su capacidad de movimiento le permitieron llegar. ¿Hasta donde será capaz de llegar la sociedad con el detonante actual? ¿Seguiremos adoptando la idiosincrasia estúpida del periodista arriba mencionado, asumidos a priori como rehenes y víctimas de un sistema al que no deberíamos molestar por considerarle un monstruo político al que debemos temer y mostrarnos serviles? ¿Es eso? Si esto es una guerra, entonces hagamos pues que retiemble en sus centros la tierra.

Hay 1988 palabras más en este escrito, para seguir leyendo debe identificarse

Elija una cuenta para acceder al contenido completo

Cuenta de Ymipollo
Hola


Reacciones


Debe estar identificado para ver los comentarios o dejar uno.

Entrar a Ymipollo

¿ping? ¡pong! Ymipollo © ¿ping? ¡pong 1!